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Situado en la serranía de su nombre, constituye Mijas un espléndido mirador sobre su vega y el mar. Sus estrecha y empinadas calles, de fachadas blanquísimas, donde se posan los tiestos llenos de flores, son un auténtico remanso de paz frente al bullicio de la cercana Costa del Sol. Habitado desde la antigüedad, Mijas fue un pequeño pueblo dedicado principalmente a la agricultura y a la pesca hasta la explosión del boom turístico en los años 50 del pasado siglo. Desde entonces la actividad turística y el sector de la construcción han sido los motores de la economía local, disparando a la misma vez la población y la renta per cápita, aunque a un alto coste medioambiental. En este sello de 5 pta. una de sus típicas calles.